martes, 13 de mayo de 2025

Gente ovalada: Gigantes de La Mancha. Vente a jugar

A ver qué equipo presume de tres cuartos flamencos y toreros

Lectoras y lectores: aquí va la primera entrega sobre anónimos equipos de rugby repartidos por la Piel de Toro y parte del extranjero. En cada uno de ellos hay decenas de historias de gente ovalada y abollada, con costras en las rodillas y moratones en el vientre, toda ella variopinta en origen e idiosincrasia pero unida en torno a los cinco pilares del noble juego: solidaridad para sacar adelante los partidos y la vida (aquí no hay estrellitas del rock), disciplina para lograr un deporte limpio y una vida mejor, pasión para lograr con el corazón todo aquello que la cabeza demanda, respeto por el compañero, por el contrario y por el género humano e integridad, porque este es un deporte de mujeres y hombres hechos de una sola pieza, sin trampa ni cartón, sin media suela. Gente noble que va de cara. Gente valiente. Gente de rugby.


Pero me estoy yendo por la broza, diantres, que yo lo que quería hoy es comenzar la reseña de los mil entrañables equipos de dios que pueblan Españistán y habrá que comenzar por el más entrañable y querido, claro; el de la patria de uno, claro. El de mi comarca, claro. Así hacemos los gañanes genuinos: viva mi pueblo, copón. Y los de La Mancha somos patriotas de aldea. Ninguna patria merece una guerra, pero mi pueblo… no sé. Alcázar, París y Londres, y siempre por ese orden.


El Club de Rugby Gigantes de La Mancha nació de la iniciativa de unos Quijotes del rugby a mediados de la segunda década del tercer milenio. El nombre, cómo no, hace alusión a los molinos de viento, seña de identidad del paisaje comarcal, que Don Quijote confunde con gigantes para espanto del buen Sancho. ‘Tierra de Gigantes’ es también el lema turístico promovido por el Ayuntamiento de Campo de Criptana, el cual se imprime en pegatinas que identifican el coche de un criptanense de Bilbao a la Arganzuela y de Villaverde a Perth.


Y ahora mis compañeros y compañeras, que algunos que saben leer me estarán leyendo, se van a cagar en mis muertos cuando diga que a mi no me gusta el nombre, pero ajo y agua, que para eso pago la membresía. Lo siento, pero amén de paleto, yo soy un clásico, un pedante y un cosmopolilla de obediencia escocesa antigua y aceptada. Arroz pegao. 


Y digo que a mí me gusta la forma británica y sencilla, noble y elegante de ‘comunidad representada RFC’ o sea: Llanelli, Bristol University, London Welsh‌, Old Etonians, Bar La Cueva… Lo que sea RFC. Porque si le pones RFC, ya eres la hostia con mahonesa y con ketchup: Rugby Football Club. Porque este es un juego british lleno de tradiciones y de historia y los buenos aficionados saben que rugby es una forma breve de decir ‘fútbol según las reglas de la Escuela de Rugby’ y de recordar el debate, acaecido en la Free Masons Tavern de Londres a finales del siglo XIX para establecer el reglamento del fútbol entre la facción liderada por los delegados de Rugby, que defendían el uso de las manos y el placaje, y el resto de delegados de otras escuelas privadas inglesas, que preferían jugar solo con los pies, para que las nobles posaderas de sus mimados retoños no acabaran revolcadas en el barro como la panza del vulgo. Los partidarios del tackle se acabaron indignando y se marcharon, mientras que los partidarios del juego al piececito, suave suavesito, acabaron fundando la Football Asociation. De ahí que al fútbol se le llame ‘soccer’ (fútbol a la manera de la Asociación) y al rugby ‘rugger’ (fútbol al modo de Rugby). Rugger es el deporte y no el practicante, aviso a navegantes, y rugbier, en inglés simplemente no existe. Es un ultracultismo: una palabra que pretende ser noble y que acaba resultando una gañanada; segundo aviso: si queréis hacer referencia a un rugby player o jugador de rugby, decid rugbista que es como la RAE acepta, y así demostráis que aparte de inglés sabéis román paladino.


¡Recórcholis! Que toda esta chapa pedante era solo para decir que no me gustan los nombres al estilo ‘Lagartos de Villacarrillo’ o ‘Chirimoyos de Motril’. Antaño se hacía de la siguiente manera: se fundaba el Motril RFC y se encargaba bordar en las camisetas un chirimoyo, que quedaba así elevado a flor heráldica, o se creaba el Tomelloso RFC y se bordaba un conejo rampante sobre la pechera. Después, la afición y la épica popular acababan apodando al equipo por su flor o animal heráldico: los chirimoyos bravos, los conejos rampantes o, caso de la selección japonesa, los valientes capullos. En La Mancha nos pirran los motes, leñe, pero las madres manchegas les ponen a sus hijos nombre de santo, y no ‘Apreturas’, ‘Carajcombro’ ni ‘Pisacristos’. Ya se encarga la buena gente de hacer apodos y epítetos. Eso de ponerse nombres de animalitos lo dejo para la gente que se quedó cantando ‘Tigres, Leones’ en un concierto de Torrebruno, y los únicos cuentos de animales que aguanto son ‘Rebelión en la granja’ y la versión anime de Sherlock Holmes.


Pues eso: que yo hubiera preferido La Mancha RFC y un cardo borriquero por emblema, pero esto lo inventó gente de Campo de Criptana y ellos sabrán por qué, que para eso tienen cabeza. Nos quedamos con un balón y un molino por emblema y perdemos la ocasión de poner una buena alcachofa silvestre con todos sus pinchos, un melón piel de sapo, una flor de azafrán, una buena amapola o una mariquita como un demonio. O tempora, o mores.


Pero a lo que iba. Hay que agradecer a Criptana la iniciativa, a Argamasilla el coraje, a Alcázar la hospitalidad, y a Tomelloso más, el haber creado un equipo comarcal con un par de melones. Algo que une a La Mancha, siempre empeñada en la guerra cantonal que tanto nos gusta: Tomelloso versus Argamasilla, Alcázar versus Criptana y Criptana versus Arenales de San Gregorio. Aquí representamos a la comarca, todos unidos por nuestro melón querido, por nuestra almendra heráldica, por los valores de nuestro deporte. Comunidad, comarca, Bolsón.


Si alguien quiere entrenar, la hora de las caricias es 20 30 los martes y los jueves en el Campo de Atletismo de Alcázar de San Juan, que el Ayuntamiento nombra de forma anodina como Campo C y que yo propongo nombrar en honor a los que más saben del equipo: bien Álvaro Furillo, el Sabio del Mancha Centro, bien Carlos Benezet, el Sargento de Hierro, bien Víctor Blanco Flores, amado líder, último Rey de Portugal, señor de las bestias de la tierra y de los peces del mar. Gracias a la colaboración del Ayuntamiento, y que dure, por favor, tenemos campo de hierba natural que ni en División de Honor, oiga. Hay gente de toda laya, juventud alegre y combativa, veteranos de todas las guerras, masculino, femenino, seven y fluído. Somos rugby de pueblo. Orgullo de pueblo, y nuestros terceros tiempos son fama. Se hacen en La Taberna de Lyly, sita en Calle Júpiter,13600, Moñigolandia. La sede que nos acoge es regentada por gente de tierra de rugby, alcazareños de Rumanía, pues para quien lo ignore, en la tierra de Drácula se juega al rugby que es un primor. Producen pilieres robustos y talonas hermosos. Por algo los llaman los robles. La clientela habla lo mismo dariya o tamazigh que rumano, manchego, murciano, cubano y panocho. Lo mismo se pone a Modern Talking que a Pimpinela, y si coincide el equipo de rugby con la cuadrilla flamenca, hay jam session y repiqueteo con pick and go de cerveza y alitas de pollo. Somos orgullosamente diversos y blasonamos el respeto. Si estás en contra de los extranjeros, las mujeres o los homosexuales, te mandaremos amablemente a tomar por el culo pero deseando que te guste. Vente a entrenar, vente a ver partidos, vente a La Lyly y disfruta de esto que es más que un deporte. Es un modo de vivir, es orgullo y es respeto. Al rugby venimos a ser mejores personas, créeme. Un paleto no te va a engañar, criatura.



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