Prólogo: De soldados, mercenarios y sluts.
-- El Capi y el Capo‘Nadie en el tercio sabía
quién era aquel legionario
tan leal y temerario
que en la legión se alistó’
Como bien sabrá nuestra distinguida audiencia, estos son los primeros versos de ‘El novio de la muerte’, la canción con que la Legión Española acostumbra a acompañar sus marchas. Originalmente era un cuplé. El cuplé es una forma de canción ligera muy sentimental y libre, que con frecuencia solía contener letras muy atrevidas, y las cupletistas, además de levantar pasiones, eran consideradas mujeres de moral distraída.
Y por aquello de ser originalmente un cuplé, el Novio de La Muerte es único entre las marchas militares del mundo.
En El Novio de La Muerte no se habla en ningún momento de toda esa monserga patriótica de aniquilar al enemigo bárbaro que con malas artes pretende arrasar nuestros planes de civilización. En el Novio de la muerte, al enemigo apenas se le nombra.
El Novio de La Muerte es profundamente ibérico en cuanto a su mística y temática porque habla en todo momento de temas individuales y personales. La motivación para la lucha no es abstracta, sino personal.
La canción habla de lo perra que es la vida. El enemigo no es bueno ni malo, solo hace su trabajo, pero es la suerte esquiva e ingrata la que muerde con zarpa de fiera.
El soldado es retratado individualmente, recordando en todo momento que no es solo un peón, sino alguien claramente distinguible de los demás, con sus penas y alegrías, su historia personal y su propio sentido del honor.
Incluso el sacrificio de dar la vida por rescatar la enseña del se presenta como algo personal: un acto de lealtad a los compañeros concretos de infortunio.
Los españoles y portugueses somos muy de esta manera: entendemos el servicio a los demás como acto de amor a la comunidad concreta: a nuestra familia, a nuestro barrio, a nuestra cofradía, al club excursionista, a la Asociación de Vecinos… Los ideales abstractos nos dan algo de risa.
En cada español hay un Capitán Alatriste y un caballero legionario. Descreído de todo, pero amigo de sus amigos, protector de sus sobrinos y vengador de su hermana.
Y en medio de estas ensoñaciones y ensimismamientos vuelvo a la realidad, recupero mi presencia de ánimo y recuerdo que estoy en el vestuario de Sluts, derrotado, magullado, dolorido, confundido y enseñando el pito a toda la concurrencia, y compruebo que mientras yo pensaba en las mulas argentinas que nos patearon la infancia(*), parte de mis compañeros se quejan de mi música metalera y exigen flamenqueo y sevillanas.
Enfrente de mí, un delantero fornido como un armario ropero, me dice que si por él fuera, que ponga a Marea, pero que para contentar a la peña, que busque sevillanas, y yo amenazo con poner las sevillanas billy de Mártires del Compás y le canto el estribillo: ‘Que yo no voy al Rocío que no. Que yo no voy al Rocío!’
Y el delantero de enfrente de mi banca, extremeño, severo y mordaz me dice: ‘Con lo bien que te lo pasarías tú en el Rocío si no fueras así, criatura’. Y a lo mejor tiene razón.
El flamenco de verdad, el cante jondo me encanta. Pero el pachangueo lo odio.
Pensándolo bien, con el agua de Doñana hasta la rodilla, el olor a mierda de caballo y la peste a vino, ¿quién diantres va a notar la diferencia entre Morente y Rancapino, o entre Kiko Veneno y José Manuel Soto? Melindroso y pejiguero, es lo que soy. La culpa la tengo yo y no la Romería entera. Tantos millones de moscas no pueden estar equivocadas. Va a resultar que está rica la mierda.
En estas cosas pensaba mientras pasaba a la ducha a la pata coja y me enjabonaba, y al abrir los ojillos irritados del hell con que nos duchamos los jevis, veo a mi flanco derecho un antebrazo del tamaño de un cabecero de lomo ibérico y en él tatuado un escudo de la legión en negro; negro retintao.
Le señalo el tatuaje y le digo: ‘Oye: que sepas que aunque yo soy de los que no van al Rocío te respeto, eh?’. ‘Si ya lo sé, tres cuartos. Tres al cuarto. Tirillas’.
Y al calorcito de la dicha de la ducha nos desinfectamos con jabón las costras de las rodillas y de los codos, los hostiazos en el hombro y los nomeolvides que se quedan grabados como cardenales en el costado, en la panza y en los bíceps, y nos ponemos a cantar el himno de Extremadura y relato de la Creación según Roberto Iniesta.
Lo que acaban de leer, señoras y señores, sucede en cualquier campo de rugby en cualquier parte del mundo a todas fechas y horas.
Personas de distinta peripecia vital se conocen y se encuentran, y no se han visto apenas, pero han sufrido juntos, han caído juntos, se han vendado las heridas, han compartido el agua, el pan, el vino, la cerveza y las barritas energéticas con que Homer Simpson conquistó el Himalaya.
La anistad nace al calor de la lucha compartida. La lucha por superarnos, por poner nuestra fuerza y nuestra debilidad al servicio del colectivo. Por intentar convertir nuestras taras y chaladuras en ventajas comparativas al servicio de la comunidad.
El gordo percute, el flaco corre y el loco de la colina busca formas inesperadas de traspasar la cortina y pasarla a un sieso que no sabe ni hablar pero tiene el hombro de adamantium y derriba cualquier torre hasta llegar al in goal y plantarla.
Este deporte, mes amis et mes amies, no tiene estrellas (aunque la mercadotecnia intente venderlas), tiene poco público y no vende. Pero es deporte de gentes comunes que visten y calzan y que un domingo se transforman en Patton, en Montgomery y en el sargento de La Chaqueta Metálica:
‘El Recluta Bufón no crée en la Virgen María, pero tiene pelotas, y eso basta. Me da igual que seáis mahometanos, negros, judíos o ladinos. Aquí todos sois igual de insignificantes’.
Solidaridad, integridad, disciplina, respeto y pasión. Repita y practique estas cinco máximas a lo largo de una vida y será usted un caballero rugbista o una dama de la delantera y de los tres cuartos aunque nunca haya visto un balón Gilberto.
El recluta bufón es íntegro y por eso se come la hostia. En el rugby no hay mayor honor que el sacrificio, vulgo comerse la hostia.
Fijar a dos defensores y despachar un offload mientras te llevan al suelo. Muy felices, muy ufanos, muy valientes los dos contra uno. Pero han creado un hueco y a pesar de la doble embestida, tu compañero recoge el balón y sale despavorido hacia la línea de ensayo. El zaguero está desprevenido. Es victoria de un caído
No se felicita al tryman, o trywoman, por el ensayo. Es el tryman quien da las gracias al equipo. Equipo. El equipo es un recordatorio de que somos una especie social y hemos logrado proliferar y vivir una vida decente gracias a la inteligencia colectiva y a la cooperación.
Y que no pase ni el Tato, pero si el Tato te dribla y su equipo ensaya, o si te equivocas y placas alto al Tato y el árbitro pita, respeto: no pienses en tu frustración y tu mal humor, sino en qué hiciste mal, para la próxima.
Sin protestar, vas a la línea, a formar frente a tu par. Lo nombras: el del casco verde, mío. Y si le conoces, una sonrisa no está de más. El rival no es enemigo. El rival es tu maestro: te enseña por dónde fallas, te pule, te perfecciona, te mantiene vivo y alerta.
El enemigo siempre tiene un regalo para ti: el consejo, la enseñanza.
Para los no iniciados: tradiciones del rugby y equipos de invitación.
Ya hemos hablado de los 5 valores del rugby. O por mejor decir: las cinco virtudes. Las cinco propiedades éticas que un rugbista debe esforzarse en adquirir. Hay un sexto valor: comunidad. El orgullo de representar a tu ciudad, a tu país, a tu barrio, a tu fabrica, a tu regimiento, a tu sindicato, en definitiva: a un colectivo.
No hay más que echar un ojo a los nombres de los equipos españoles: Ciencias de Sevilla nació en la facultad homónima. Igualmente Arquitectura de Madrid o Aparejadores Burgos. Liceo Francés es un instituto, el preferido de la comunidad francesa en Madrid. Cisneros es un colegio mayor. El Salvador es también un colegio. Vallecas representa a un barrio. Santboiana, a una ciudad, igual que Alcobendas o Albacete. Gigantes, a una comarca. Y así, hay equipos de bomberos, policías, médicos, argentinos emigrados en Madrid o gays de Buenos Aires, por poner un ejemplo.
El siguiente escalón son los equipos de selección: comarca de Somerset, selección de Euskadi, Sudamérica XV, por poner unos ejemplos. Sus jugadores desarrollan su juego en un club y forman estos equipos para partidos y torneos concretos.
Finalmente tenemos los equipos de invitación. A alguien se le ocurre que es buena idea juntar a muy buenos rugbistas y se crea un supergrupo, como si Eric Clapton, Slash, Robert Plant y Tal Winkelfeld se juntaran para unos bolos y sale un equipo de honor. Los Barbarians son los más célebres. Es un honor recibir invitación para jugar en Barbarians.
Mis amigos los Sluts son un grupo de invitación, y es una de las alegrías de mi vida que Paco Naranjo tuviera la deferencia de abrirme la puerta de tan honorable mansión. No por mis méritos deportivos, pues yo no he pasado aún de alita de pollo frito del KFC ni de segundo centro con extraña tendencia a percutir con ese melón que tengo por cabeza, no. Debe ser por mis judiones a fuego lento. Esos sí que son dignos de ser servidos en la Copa Webb Ellis.
Una vez Slut, siempre Slut. Somos veteranos de rugby que animamos este deporte allá donde se crée un evento para que nosotros, las viejas glorias, podamos seguir jugando a este juego de gente seria y honorable que disfruta dejándose arrollar por otros cabrones simpáticos que chillan, pisan, agarran, arañan y reparten rama.
Somos mercenarios, no tenemos más bandera que la honrilla personal: tener el orgullo humilde de jugar por nuestro deporte y nuestros amigos y amigas y, como decía Loquillo:
Somos duros de verdad.
Defendemos nuestra integridad
Podríamos convertir tus sueños en realidad.
Nos critican por delante.
Nos subastan por detrás.
Es la envidia de este mundo.
Que nos quiere aniquilar.
Nunca subestimes a un viejo jugador de rugby, porque es un tío o una tía con mucho aguante y muchas cicatrices, que aprende de los golpes y se levanta del suelo para embestir con furia y ver cómo le pasan por encima otros 29 malos bichos. Gasta cuidado pero fíate, que en el fondo son unos sentimentales que lloran con Flower of Scotland, As Armas o las coplas de Carlos Cano.
Sluts Rugby Spain celebra este sabado 14 de junio en Sitges su evento de fin de temporada, el Woodstock y el Glastonbury del rugby veterano.
Este humilde medio de comunicación especializado en rugby de base les invita a compartir lo que un evento amateur puede ofrecer: no las grandes estrellas ni la excelencia en las artes del ruck, el maul, la melé, el placaje, la touch, el pase, la carrera y la patada, sino la parte más auténtica de este deporte: la caballerosidad, la alegría y la camaradería.
Señoras y señores: los quinces están dispuestos, los capitanes han arengado a su gente y el medio de apertura ya está sopesando el bote pepinero del oval para el botepronto de comienzo.
Disfruten del rugby y disfruten del viaje con esta legión mercenaria de alegres maduritos en pantalón corto. Y como decía La Orquesta Mondragón, viaje con nosotros si quiere gozar.
(*) Pedazo de poeta Juan Gelmán. Lean, amig@s, lean.
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